lunes, 12 de diciembre de 2016

Odio moderno al fútbol eterno

Me hubiera gustado no tener que escribir de esto (sobra presentación). Haciéndolo como lo hago por obligación moral, me hubiera gustado poder indagar más en nuestra historia para conocer las causas de los cambios anteriores, procedimientos similares llevados a cabo en otros clubes... me gustaría saber muchas cosas, aunque la mayoría tienen cruda respuesta. No quiero tirarme el rollo retrógrado por la postura de un plantígrado, aunque mucho menos pecar de modernito. Y aquí se vende la piel de ese oso para cazar ¿a quién? Me cuesta creer que un chino o un yankee vaya a fijarse más en nuestro equipo por tener un logo supuestamente más atractivo. En todo caso les llamará la atención que éste sea un club ganador o en su defecto a los jugadores que tenga en su plantilla. He dicho logo en vez de escudo, porque de momento lo considero así, necesito tiempo para asimilarlo. En mi casa raro es que de un barrido con la mirada no encuentre algún escudo del Atleti, así que es difícil encajar esta puñalada sin sangrar un poco. Al trauma de ver cómo cambian algo tan arraigado en la personalidad de uno (tras la familia no se me ocurre nada que me identifique más), hay que añadirle la estupefacción de conocerlo por terceros y sin esperarlo. Ya hacía tiempo que tenía claro que el Atlético de Madrid es una empresa, solo el sentimiento de la gente le hace club, pero no era necesario recordarlo de esta manera tan abrupta. Ni siquiera hubiera visto necesario un referéndum, me hubiera conformado con un anuncio previo, para ir preparando el cuerpo. El tiempo precisamente fue el factor que ha endulzado el traslado al nuevo estadio. Sin verlo necesario, con el tiempo me comenzó a picar la curiosidad, y aunque no me quiero imaginar el día que desaparezca el Calderón, actualmente no me parece descabellado, y comparto recelo y expectación a partes iguales. ¿Se llenará tanto como el actual? ¿Será un infierno por los atascos que se monten? ¿Rugirá como el Manzanares? El nombre al menos no me parece mal, aunque Wanda suena ridículo no deja de tener cierto sentido siendo los chinos parte del accionariado. Lo de añadir Metropolitano a la denominación ha enjuagado ese horrendo prefijo, que ya es mucho hacer para lo que estábamos acostumbrados.

Pero ese alarde de genialidad quizá se haya ido de las manos, y el nuevo emblema ya sea demasiado, máxime en un país donde ese procedimiento no es tan habitual. En los ochenta en Italia y muy a menudo en Inglaterra se hace, pero no por ello deja de ser tan difícil de aceptar como la pérdida de un ser querido. Además a mí me la suda que en otros sitios se haga. Yo de momento veo esa fusión de la copa del árbol con la zona azul y visualizo el hongo de la bomba de Hiroshima, pero a ver si con el cambiar de lado el oso le arrebatamos la flor en el culo a los vecinos. En cualquier caso quiero creer, sin ánimo de hacer referencia a ese hashtag fruto del calor de las finales, sino porque no me queda otra como atlético de toda la vida. A estas alturas ya estoy enganchao... Ojalá le llegue a coger cariño, aunque mi escudo siempre será el de la infancia, pero quién sabe si mi hijo lucirá el nuevo algún día con orgullo. Por último, el hecho de mostrar un vídeo explicativo en el que aparece Gárate hablando bien del nuevo símbolo deja cierto poso de tranquilidad (me niego a creer que este hombre se venda por nada). De todas formas, cuando uno busca atenuantes a esta maniobra con tanto ahínco como yo juntando estas letras, es porque algo chirría, y hacen falta días que lubriquen. Englobando escudo y estadio como un nuevo punto de inflexión en la historia del Atleti, el tiempo dirá si ésta fue una decisión nefasta, fructífera o simplemente innecesaria. Al que más y al que menos la cabeza le va a estallar, y mientras solo hay una cosa clara y limpia más allá de tricotomías cromáticas, el sentimiento del aficionado es el cuarto y al parecer es invisible.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Sin Alcohol

Siempre que pienso en el escudo del Bayern, se me viene a la cabeza la bandera de Baviera y sus rombos azules y blancos. Cerveza por ende, aunque no sea octubre. El partido de anoche, si bien intrascendente, podía entenderse como una fiesta en la que nada había que perder y mucho para disfrutar. Al final los invitados se fueron antes de tiempo (algunos ni se presentaron) y el resultado fue un quiero y no puedo algo descorazonador, pero por suerte totalmente intrascendente. Quizá ahí esté el quid de la cuestión. Más allá del bache anímico y futbolístico, el de ayer no era un partido con algo en juego. Que sí, que dinero y prestigio, pero estaba todo el pescado vendido para unos y para otros, y lo que más podía primar era el deseo de venganza del Bayern por el pasado reciente ante los nuestros.


Entre un inicio esperanzador y un final digno, el Atleti sucumbió en un valle de juego demasiado largo del que salió prácticamente indemne, solo un gran remate de falta de Lewandowski tocó el marcador. El bueno de Oblak está dubitativo por querer ver su palo y eso le condena (prefiero eso a que se la coma por el suyo). Un Robben más preocupado del árbitro que del gol y el tobillo de Thiago impidieron horadar la brecha. Más allá de la derrota, o mejor dicho, de cómo se produjo, por mi bienestar no le quiero dar importancia, ya que en última instancia es consecuencia del pleno previo de victorias en las cinco jornadas anteriores. Mejor quedarnos con el gran partido de Lucas y los buenos minutos de Thomas y con que Godín no se lesionó. Ellos tampoco se jugaban nada, pero si el Bayern, para mi el principal candidato a esta Champions (el perfecto tapado + la flor del Ancelotti), solo nos mete uno en su campo jugando así de inconexos, hace pensar que otro día si nos podremos tomar una buena cerveza para celebrar una nueva noche mágica en Europa. El lunes será un gran día por partida doble: el sorteo que decidirá nuestro rival, y por el vital choque ante el Villarreal. A pasar página y a enfriar la (inserte-aquí-su-cerveza-favorita) por lo que pueda pasar.

lunes, 5 de diciembre de 2016

El Miedo

Como un glaucoma mental que poco a poco va cerrando mi perspectiva; una zozobra perenne que se hace notar en cuanto bajo la guardia; un sentimiento de incompletitud por muy a gusto que esté uno en ese momento: esa puta sensación es la que tengo desde tiempos inmemoriales cada vez que pincha el Atleti. Porque hasta en tiempos de Ferrando, empatar en casa contra el Espanyol es perder puntos. Entonces, cuando esta mierda ocurre, que por suerte no suele ser muy a menudo, me paso por el forro el partido a partido, y ya empiezo a vislumbrar el calendario que queda, incluso los rivales de nuestros rivales. Este comportamiento, por mucho que también conlleve ciertas dosis de mala hostia, es en realidad uno de los instintos más primarios del ser humano: el miedo. Miedo de dejar de ser un equipo nuevamente respetado y temido, de no tener noches mágicas europeas, en resumidas cuentas, perder lo que estos años simeonianos hemos tenido de vuelta. Sin duda a estas alturas del año esto puede parecer ridículo, pero que no se nos olvide cuando un séptimo puesto para entrar por Europa por la gatera era lo más. El mío no es el miedo del futbolista gay a que se enteren que es maricón; el mío es más parecido al del rico que al dormir teme le desvalijen la casa, o del marido feo que le pone un detective a la despampanante esposa. Supongo que por suerte o por desgracia, lo de que no echas de menos algo hasta que lo pierdes conmigo no va. Al menos ese pavor interno compite con las ganas de seguir disfrutando a este Atleti de objetivos colosales, que se enfrenta a su mayor duda de fe desde que Diego Pablo se hizo cargo de la nave. Un par de años antes, Quique, al que le tenemos mucho que agradecer (me encantó el homenaje del Frente), dijo en un alarde de ego que pasarían muchos años hasta que se repitieran éxitos en el Calderón. No pudo decir algo más desafortunado. El Cholo ha conseguido durante su estancia en el Manzanares potenciar un grupo entorno a un estilo para traernos a cambio la época de nuestras vidas y, por si fuera poco, manteniéndola para adaptarse al cambio. Porque rápido te calan y hay que reinventarse y evitar el acomodamiento, que como todo en la vida acaba apareciendo. Esa ansiada frescura no se traduce en forma de goles donde antaño se sacaban partidos en el alambre con más empuje que el rival. Hay que tener confianza en quienes nos han dado todo y si no sale una o cien veces, a mí me vale con que se dejen la piel hasta que salga, que saldrá.


El que no sé si saldrá del Atleti es mi hijo, al que alguien que no fui yo le puso una ropa que le queda incluso mejor que a Koke. Yo también estoy eternamente agradecido pero como salgas del madrid te desheredo.