lunes, 6 de febrero de 2017

Tan joven y tan viejo

Nunca me he alegrado de que el Atleti falle un penalty, pero dado el desenlace del primer gol contra el Leganés, así fue. Ver marcar de nuevo a Torres, y celebrar con tanta rabia atlética el gol, me dio gran alegría y trajo varios fotogramas de cuando el Niño era un niño y yo más niño aún. Es uno de esos jugadores que me ha acompañado en gran parte de los años que sigo a este equipo. Uno de los pocos no dudosos. Haciendo memoria visualicé su debut en el Calderón (ante el propio Lega), salpicado con partidos de hace diez, doce años, que viví en el mismo piso vikingo que casualmente vi el del pasado sábado. Frases cliché relativas al tiempo surgen enseguida... junto con nostalgia y orgullo (ajeno y sobre todo propio) de saber que Fernando, como yo y otros muchos, son tíos del Atleti y que el que escribe esto, siempre ha estado con su equipo con la misma pasión y fidelidad (como no podría ser de otra manera en un auténtico atlético que se precie). Lejos quedan tiempos malos, regulares y días de vino y rosas. Es en partidos como este, con efemérides que te asoman a los balcones del tiempo, cuando uno se da cuenta de la cantidad de momentos que ser aficionado a un club como este te da. Fernando Torres, siempre en el punto de mira para bien y para mal. Con un número de detractores llamándole sobrevalorado directamente proporcional a la maraña grouppie que le endiosaba. En cualquier caso, un ejemplo de conducta, sin una voz más alta que otra, sin ostentar, un perfecto capitán desde que aún ni se afeitaba. ¿Cómo cojones no lo vamos a respetar y querer? El fin puede estar cerca, pero mientras tanto cada vez que el 9 marque, yo lo celebraré doblemente...

...Y como hace dos años, he seguido la edición de la Copa de África de naciones celebrada en Gabón. Me flipa este torneo, aparte de porque lo echan en un canal que tengo a mano, por el componente amateur y étnico que aún se respira en él y que tan difícil es de encontrar en Europa. Dramatismo, colorido en la grada, motines por las primas, lucha hasta la extenuación, entrenadores viejales europeos que hacen su carrera allí, equipos con apelativos que infunden respeto, jóvenes talentos que solo brillarán aquí, estrellas de grandes ligas que tiran del carro de compatriotas que les dejan caer todo el peso, sudor de Camacho en el banquillo de Gabón, paradas y goles que mueven el destino anímico de naciones zarandeadas por el colonialismo, y cuya válvula de escape es muchas veces este deporte. En este torneo, más allá del campeón contra todo pronóstico Camerún, mi momento favorito fue la tanda de penaltis de semis entre Burkina Faso y Egipto. En ella, el joven portero burkinés Koffi detiene el primero. Enfrente, el avezado meta egipcio El-Hadary (44 años le contemplan), no pilla ni flores. Continúa la tanda, el bisoño meta de los potros no mira los disparos de sus compañeros y, tócate los cojones, se dispone él mismo a tirar el cuarto penalty. El-Hadary se lo para. Posteriormente, Burkina vuelve a fallar y un mar de lágrimas invade a los subsaharianos, que se quedan sin final (aunque fueron terceros a costa de la Ghana de Thomas y Avram Grant). Juventud y veteranía en la misma estampa, como ver a Torres en el Calderón contra el Lega.

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