jueves, 4 de mayo de 2017

Cauterizando

Dos días más tarde, dejo constancia de la derrota de la ida de semifinales de Copa de Europa 2017 ante el Real Madrid. Antes no pude: por la mala hostia del resultado y por el estrés de esta semana, a la que se le junta todo lo malo. Aún así, más vale tarde que callar en las duras. Es mi pequeña muestra de respeto a mi equipo y a este mi diario, tras el trabajo que me ha costado volver a escribir en él. 

El Atleti salió con el cuchillo sin afilar, el espíritu a medio abrochar, y a todos se nos quedó el alma de tontos cuando acabó todo, seguro que antes. Fue un resultado justo por más que nos pese. Lo que no fue justo fue aguantar los comentarios de Petón, al que le queda mejor contar historias que la faceta de comentarista forofo. Mencionar también que el rival juega. Porque los nuestros lo hacen tan bien normalmente que damos por sentado que si no se consigue el éxito es exclusivamente nuestra culpa. El Madrid mordió más, y quizá eso es lo que más me apene independientemente del resultado, que nos ganaron en lo que normalmente nadie nos tose: carácter. En este día de engarrotamiento general, llegado en el peor momento, no olvidemos destacar la gran labor de Lucas Hernández, al que le tocó bailar con la más guapa. Un ejemplo más de superación como el que acostumbra el Atleti habitualmente. Por eso nos desangelamos cuando nos deja huérfanos de él. De nada sirvió que yo, creyéndome el centro del universo, me quitara mi camiseta, la de mi novia y que cambiara a Hernán la equipación por el pijama al descanso. Tampoco el motivador paseo por el Bernabéu el día antes de Gabi. Ya sabemos desde hace tiempo que el fútbol no nos debe una mierda, pero hay gente que tendemos a asociar ciertas gestos como sintomáticos de la victoria, por más que volvamos a descubrir que no importa más que meter más goles que el rival.

Solo queda estar con el equipo, como ya hacía la afición en el tiempo de alargue. Vamos a agarrarnos al alfiler ardiendo de la vuelta. No ya para tratar de remontar, sino para terminar esta competición con la cabeza alta. Lo que más me jode es tener tan sumamente truncadas las ilusiones para la vuelta. Yo, qué quieren que les diga, estaré imbécil y/o loco, pero llegar lo más lejos posible en esta competición es algo que me tiene obsesionado, como dice la canción. Quizá lo que ocurre es que tengo muy cubiertas otras expectativas, pero en cualquier caso me avergüenza, porque supongo que no habla muy bien de mí, el reconocer que es probablemente la ilusión de mi vida ganarla. La culpa la tiene un argentino que desde que llegó nos ha subido a una torreta para mirar a los ojos a los grandes tanques de este campo de batalla. Él lidera a un grupo que ha conseguido que asocie el aroma de las tardes de primavera con atmósfera de partidos grandes, cuando casi siempre eran otros los protagonistas. Hoy no te doy las gracias Cholo, ni siquiera te las daré en mi último partido en el Calderón el próximo sábado, pero cuando todo acabe, las mías serán las primeras pase lo que pase. Ni un pero.

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